Tomar decisiones es algo inevitable, debemos hacerlo continuamente. Todo el día, desde que despertamos hasta que volvemos a cerrar los ojos. Desde lo más trivial a lo más importante. Muchas veces es simple, y otras más complejo, a veces incluso angustioso.
Hace poco tuve que tomar una decisión. No era lo más importante ni crucial de mi vida, pero lo suficiente para obsesionarme durante un buen rato. ¿Debía acudir a una cita con mis amigas planeada desde hacía unas semanas, o aceptar un trabajo de un día, anulando la cita con mis amigas?
Los planteamientos en pro y contra de una u otra decisión fueron variados. Puedo quedar con ellas otro día, es una buena oportunidad profesional que me llevará a futuras oportunidades. Realmente me apetecía verme con ellas, pero la «oportunidad profesional» me hacía dudar.
Tenía un par de días para decidirme por una cosa u otra. Una tarde, me puse a hacer un trabajo rutinario, para no pensar, pero busqué en ivoox (mi biblioteca de podcast preferida) algún audio para pasar el rato. Casi sin pensar puse en el buscador «tomar decisiones» y el azar me llevó a descubrir un podcast del programa Pensamiento Positivo de Sergio Fernández (una persona a la que sigo y admiro mucho) llamado «Cómo tomar decisiones con lucidez«. Los programas de Sergio siempre me han gustado, y pensé que éste seguramente me aportaría algo bueno. Ese día Sergio entrevistaba a dos mujeres, Pilar Jericó y Myriam Subirana. Durante todo el programa hablaron de estrategias y pautas para tomar decisiones, de las más sencillas a las más complejas. A medida que escuchaba iba tomando notas mentales e iba intentando solucionar mi propio dilema.
Hacia el final del programa Myriam Subirana, dijo algo que me dejó perpleja. Fue algo así: «cuando debo tomar una decisión sobre si debo o no hacer algo, acudir o no a una cita en el tiempo, pienso, si fuese a morir al poco de haber hecho tal o tal cosa, ¿hubiese merecido la pena hacerlo, me hubiese arrepentido de haber hecho una cosa y no la otra?…»
Se aclararon todas mis dudas, y evidentemente pasé un día genial con mis amigas de toda la vida, a las que no veía hacía muchos meses.
La posibilidad de una muerte inminente, cosa nada improbable, ya que nunca sabemos cuándo llegará nuestra hora, pone las cosas en su sitio. Y no pienso que sea un pensamiento catastrofista ni drástico. Es simplemente poner las cosas en su lugar, lo verdaderamente importante para cada uno, ante lo que debería, lo aceptable socialmente y todas esas patrañas que nos imponemos estúpidamente.
A partir de entonces, tomé la decisión de basarme en esta premisa a la hora de tomar mis decisiones.
Si quieres escuchar el podcast que me ayudó a aprender a tomar decisiones sinceras, puedes escucharlo aquí.
Feliz sábado!
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